Tuesday, July 29, 2008

Ya llovió

Esto sucedió entre el 14 y 17 de marzo de 1990… ya llovió, si algún nombre está mal o se me pasó algún detalle, agradezco que me notifiquen, MIL SALUDOS

“El Riíto”

Desde que estaba cursando la secundaria, mi gusto por la danza se convirtió en el motor que guió mi vida a partir de ese momento. Los momentos anteriores en los que me subí a un escenario, pasaron a segundo plano. Fue en esta etapa cuando descubrí que el bailar me liberaba de los problemas y demonios que nos aquejan en la adolescencia.

La profa. Cecilia Espinoza, era una joven de 18 años que ingresó a trabajar en la Secundaria “18 de Marzo de 1938”, era solo unos cuantos años mayor que nosotros, por lo que mis compañeros se sintieron extrañamente motivados en su clase. En mi persona, la maestra causó un efecto distinto, había encontrado por fin algo en lo que sentía que encajaba. Cuando cursábamos el segundo año, se presentó la necesidad de armar un baile para el aniversario de la escuela, y la maestra escogió trabajar con nosotros.

Era un baile del estado de Chiapas, “El riíto”, la historia que debíamos representar, era acerca de unas mujeres que se acercaban al río a recoger agua en sus cántaros, después entraban los hombres y les pedían un poco de esta agua y ellas se negaban. Una de ellas, se anima a coquetear con los muchachos y el más valiente se atreve a cortejarla. Entre las evoluciones de la coreografía, el hombre rompe el cántaro de la chica mientras ella cae al suelo durante en forcejeo. Él apenado intenta ayudarla, pero al mismo tiempo se toma la libertad de acariciarle las piernas… lo que ocasiona que la chica le propine una fuerte bofetada por su atrevimiento. Después, entre el apoyo de los hombres al incauto joven, y la maravillosa ayuda de las chicas a la ofendida, el joven le ofrece un trozo de aquel cántaro, en promesa de reponerlo y reparar el daño ocasionado. Todos salen del escenario, mientras el joven lleva en sus brazos a la chica, ya que ésta se lastimó el tobillo por la caída.

Comenzaron los ensayos, y la maestra me eligió como la chica coqueta, y por la fuerza física o desempeño (en realidad no recuerdo), como el valiente caballero eligió a mi compañero Alfredo Madrazo Márquez (si, hacían chistes por el apellido). Recuerdo a algunos de los muchachos que integraban el cuadro, mi pareja era Francisco Neblina (q.e.p.d.), también salía mi hermano Ulises, Carlos Felipe Rosales Maldonado, Alberto Valdez Díaz, y el ahora Dr. Jorge Maytorena Soto Gil, entre otros; de las chicas recuerdo a Luisa Fernanda Hurtado Navarro, Martha Morales Olivarez… y no se quien más.

En fin, después de varios contratiempos, por fin el baile quedó terminado, lo que restaba era ensayar para que estuviera lo mas coordinado posible. Durante esos ensayos, mi compañero Alfredo siempre evitaba el golpe que debía darle, a lo que me acostumbré rápidamente. Por fin, después de algunas semanas, llego el momento de presentarnos.

La música comenzó, y las mujeres entramos a la cancha faldeando, entran los hombres y se colocan en la coreografía… Llegó le momento de la actuación y todo parecía ir bien, el me perseguía por la explanada, mientras yo “me daba a desear”, comenzó el forcejeo y el jarro cayó al suelo seguido de mi fingido accidente. Recuerdo que los muchachos que nos observaban se asombraron al verme caer al suelo (cabe señalar que yo gozaba de cierta fama en la escuela en el atletismo, y se acercaba la tradicional carrera de aniversario), un sonoro grito unánime invadió el ambiente mientras el baile seguía su curso.

Alfredo se me acercó, todo perfectamente planeado, comenzó a buscar mi tobillo entre la tela de la falda y subió su mano… seguía el momento de la cachetada. (Yo no estaba enterada que, momentos antes de entrar a bailar, mi hermano Ulises, Pancho (q.e.p.d.), Carlos Felipe y Betho, habían convencido a Alfredo de que no se moviera en el momento del golpe, que ellos iban a avisarme para no lo hiciera muy fuerte. Creo que ya imaginan que no me avisaron ¿verdad?)

Recuerdo que mi mano formó un ángulo de 180° con relación al punto de impacto, acostumbrada a no atinar, le imprimí tanta fuerza como dio mi brazo; mi mano se aproximó rápidamente a su destino y… ¡SAS! (aquí cabe un silencio dramático) ésta se estrelló estrepitosamente con el redondo y suave cachete de mi pobre compañero… la escuela entera lanzó un tremendo ¡UUUHHH!, seguido de murmullos y risas nerviosas.

Dolorida y asombrada, seguí con la coreografía mientras mis compañeras trataban de ocultar las carcajadas que se contagiaron con rapidez. Mientras, en la coreografía de los hombres, me contó mi hermano; Alfredo no se mostró enojado, simplemente les decía “se pasaron, se pasaron”, a lo que los chicos solo respondieron con carcajadas. El baile siguió, y el me sacó del escenario en sus brazos, entre gritos y chiflidos de aprobación por parte del público.

Ya en el salón, después de 20 o 30 minutos que tardamos en quitarnos los trajes, fui a ver a Alfredo para disculparme, o saber que pasó, yo que se, pero recuerdo que todavía llevaba la marca de mi golpe… 3 dedos perfectamente marcados en el lado derecho de su rostro. Después de algunos años, me encontré con una persona que estuvo en la secundaria en esas fechas, y sin saberlo, contó de cómo se divirtió con ese baile, pero más disfrutó el saber que estaba platicando con la responsable de aquella sonora cachetada.

Esta anécdota la recuerdo siempre con mi hermano, la risa nos invade, y me asegura que no fue con mala intención. No he visto a los compañeros que nombré en algunos años, supe que Betho y Luisa Fernanda se casaron (cada quien por separado), a Francisco lo miré unos meses antes de su muerte pero no lo reconocí. Estaba muy cambiado, la que era su novia, y madre de su hija que no alcanzó a conocer, me comentó que él me reconoció inmediatamente, pero que no quiso acercarse. Me dijo que tenía gratos recuerdo de mi casa, de mi hermano y de mi familia.

Este baile, fue el comienzo de mi carrera como bailarina de folclore, fue lo que inició todo. No he dejado de bailar desde entonces, y se suman ya 20 años dentro de la danza, 10 de ellos como integrante del Ballet Folclórico “Ehecatl”. He tenido otros solistas en los grupos donde he estado, pero ninguno ha sido tan divertido y accidentado como “El Riíto”, y de eso… ya llovió.

Friday, July 18, 2008

Tltlc 08

Hola de nuevo. Después de muchas aly-aventuras me encuentro aquí, por primera vez contando una historia, de la que no soy protagonista; como narrador omniscente me permito entregarles esta historia, que nació en mi imaginación transitando en uno de los lugares más históricos de nuestro país. Cualquier similitud con un personaje de la vida real... es una simple coincidencia.
  • La Rosa y El Mago
Sucedió una noche, en un jardín extraño. La rosa y la margarita se encontraron repentinamente abandonadas en una selva de asfalto. La margarita, en su papel de flor sencilla, fue desdeñada por las otras flores, por carecer de la belleza y elegancia que éstas poseían. La rosa, por su parte, se encontraba aislada del resto, por habladurías de las otras flores que envidiaban su belleza y energía natural, que la distingue de las otras por el simple hecho de existir.

Sin embargo, la rosa no despreció a la margarita, y se encontraron juntas en una aventura, de esas que no se pueden olvidar. La rosa tenía varios amigos, que las rescataron en aquella selva; pero esos amigos no querían simplemente admirar a la rosa. Comenzaron a salir de sus disfraces de oveja para convertirse en un lobo exigiendo la recompensa por sus favores. La margarita no sabía como ayudar a su amiga, y se limitó a escuchar los lamentos de la rosa, que sólo quería conocer el lugar en donde se encontraban.

Y ambas comenzaron a vagar sin rumbo entre edificios con siglos de historia, mientras la rosa se perdía en los aparadores y la margarita consumía cada librería que se encontraba a su paso. Dos flores completamente opuestas que terminaron por encajar. Gracias a las otras flores por despreciar lo que no conocen, o que piensan conocer ya.

Una tarde, después de librarse de otro lobo, la rosa se encontraba triste, mientras la margarita observaba unas ruinas de aquella ciudad. Comenzaron a caminar lentamente, pensando en lo perdidas y solas que se sentían. Sin querer, se toparon con un grupo de personajes interesantes, que se adelantaban a su paso. La margarita le sonrió a un sapito simpático que estaba en compañía de un mago, que quedó impresionado con la belleza de la rosa.

Después de tomar unas fotografías, las flores se unieron a ese grupo, que las invitó a pasar un rato en su hogar. La margarita observaba en silencio a sus nuevos amigos, actores extranjeros que buscaban la suerte en este lugar, cada uno con su propia personalidad y encanto; mismos que le recordaban al sol que le esperaba en su tierra.

La rosa, observaba tímidamente al mago, mientras este, se envolvía en bromas y trucos para llamar la atención. Poco a poco la margarita notó como crecía algo entre ellos, ese sentimiento que se siente en el aire, y es notorio para los demás. La rosa y el mago habían sucumbido ante la magia del amor a primera vista.

Las flores tuvieron que dejar al grupo por unas horas, mientras el sapito y el mago las acompañaban a su destino, la margarita notaba como ellos no querían separarse, y le prometió a la rosa que regresarían. En un momento inesperado, el mago selló la promesa con un tierno beso robado, que dejó a la rosa flotando entre nubes, insistiendo aún más en el regreso a la mañana siguiente.

El castillo donde vivían, quedó en el recuerdo, al llegar al hogar del mago. Las paredes antiguas y un poco descuidadas, contrastaban con la elegancia y lujos de su castillo improvisado, sin embargo, con tal de ver a la rosa feliz, la margarita accedió a quedarse en ese lugar. Mientras, la margarita se hizo amiga del sapito, quien la llevó a conocer lugares distantes, los dos se parecían mucho, por eso pudieron consolidar su amistad, entre bromas y juegos que solo ellos podían entender, caminaron por la ciudad; mientras la rosa convivía con el mago.

Fueron solo dos días. Dos días en los que el mago y la rosa vivieron felices, compartiendo pensamientos, tristezas y trucos de magia. Dos días que a ellos les parecieron siglos, horas que se convirtieron en días por el simple hecho de que no querían que se terminaran. La rosa debía regresar con sus espinas. Su rosal demandaba su presencia, en virtud de sus retoños, las espinas lastiman aun en la distancia.

La mañana del regreso, la margarita se sentía realmente extraña, una sensación de vacío inundó su cuerpo, y todo su ser reclamaba al sol que dejó en su tierra, mismo sol que a veces se niega a darle calor, pero que aún así extrañaba tanto. La rosa llegó a su encuentro con la tristeza marcada en el rostro por el adiós inevitable. El llanto que contenía se transformó en palabras dulces que recordaban cada instante vivido en los brazos del mago, quien le enseñó la libertad de vivir en unos cuantos días. La margarita y la rosa debían dejar la selva en cuestión de minutos. No había marcha atrás.

De camino a su jardín, la rosa lloraba en silencio. Mientras la ciudad iba quedando cada vez más lejana, la esperanza de quedarse se fue disolviendo entre las nubes. El rosal estaba cada vez más cerca y con él, las espinas.

Los retoños mitigaron el dolor de la rosa, con un abrazo tierno y el amor que le profesaban con sus palabras; las espinas reclamaban situaciones absurdas aun en presencia de la margarita, la rosa fue perdiendo color entre más tiempo pasaba cerca de la espina. Triste final para una historia fantástica.

El mago se quedó en su hogar, improvisando trucos con unas cartas nuevas, mismas que le regaló su rosa. En ellas se quedaba el corazón y el amor que se vive pocas veces en la vida. Y que por el destino, les tocó vivir; que importa si fueron sólo unos días.

Por desgracia, las cosas debían terminar así… La margarita de vuelta con su sol, el mago con su magia y la rosa con su espina.